Deberíamos nacer ancianos,
despiertos, capaces de decidir
nuestro destino en la Tierra,
saber desde la primera encrucijada
y que irresponsable sólo sea
el deseo de ir más lejos.
Después, hacernos al caminar,
maduros y fuertes alcanzar
las puertas de la creación,
traspasarlas y entrar enamorados
ser niños cuando nazcan nuestros hijos.
Igual serían siempre más viejos que nosotros,
y nos mecerían para dormirnos,
desapareceríamos cada vez más,
seríamos cada vez más pequeños,
como un granito de uva, de arveja o de trigo...
Ana Blandiana (1942).
(Traducción: S. Teillier).
ESTE POEMA
Este poema dura sólo esto,
lo que tardas en leerlo:
la próxima ver que lo leas
será otro
porque tú serás otro
y, por supuesto, será completamente diferente
cuando lo lea otra persona.
Existe sólo en este instante
de tu estado de ánimo,
que has construido
con lo que has encontrado dentro de ti.
Obra fugaz
como una hoja de papel
que discurre por las aguas
cambiando siempre de dirección,
sin que tenga ninguna importancia
la persona que allí puso la hoja
y si escribió algo en ella.